martes, 3 de enero de 2012

Un sentimiento.


Era agradable sentir que se cumplían mis objetivos. Ya por aquel entonces mi ser experimentaba un completo sentimiento de felicidad: sabía que cada paso que daba me aproximaba cada vez más hacia mis metas, mis últimos y completos objetivos. Todos los días me despertaba con la profunda ilusión que te hace dar un leve suspiro tras abrir los párpados por primera vez.

Esta sensación se prolongó durante años hasta que, sin saber cómo ni por qué, me sumergí en un profundo letargo emocional. Había desaparecido la chispa de mi vida, o eso creía. Todos decían que había cambiado y yo, cual enfermo metal que se muestra ignorante y desconoce su mal, me dedicaba a negar rotundamente, a decir que no a sus ofensas hasta el punto de enloquecer.

Ahora sé que me equivocaba, que en aquellos ásperos momentos me estaba dejando guiar por mi corazón y no por mi intelecto. Puedo ser capaz de mirar hacia el futuro y orientar mis actos del presente para alcanzar mis objetivos. He comprendido que el tiempo es un papel en blanco que se nos presta voluntarioso bajo efecto de que escribamos sobre él las circunstancias que se ofrezcan a nuestro libre deseo.

Soy capaz de levantar la cabeza con orgullo al cielo y afirmar,  con la seguridad de la existencia misma, que son nuestros sueños los que nos ayudan a vivir la vida y tratar de alcanzar nuestros objetivos sin mirar hacia atrás, que no se puede seguir viviendo sin ellos y que la vida es sueño y, los sueños, sueños son. 


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