Atravesando una época de resentimiento social,
ante muchos y de los más diversos motivos, continuaré ofreciendo una crítica
más, procediendo mi anterior entrada "el valor de todo o nada".
En esta ocasión trataré el tema del perfecto
equilibrio entre el sentimiento y el pensamiento pues, en muchas ocasiones,
parece que tendemos por un extremo olvidando la riqueza y el valor del otro.
Para comenzar, ¿cuántos de ustedes han estado
días y días habitando en lo más profundo de su depresión ante un acto pasado e
inevitable, como la ruptura de una relación, la muerte de un ser querido o un
irrevocable fallo en un examen? ¿Quiénes han olvidado lo maravilloso de sentir,
de percibir la belleza o el calor de un ser querido, de escuchar una bella
pieza musical o de una cálida lectura ante una estival puesta de sol?
Bien, en el primer caso, sin duda nos hemos
olvidado de pensar, razonar y darnos cuenta de que nuestro sufrimiento no sirve
para nada. Lo hecho hecho está y lo pasado ha de permanecer allí, en el pasado
pues, por mucho que lo intentemos, jamás podremos solucionar los errores y, por
eso mismo, sufrir no arregla nada.
En el segundo caso asistimos al fenómeno
contrario, una prolongada dedicación intelectual puede conllevar a una completa
"apathía", pérdida de sensibilidad y de todo valor moral.
¿Qué sentido tiene, pues, vivir sin disfrutar
bien de uno, bien de otro, de los aspectos clave y exclusivos que nos hacen
personas? ¿Puede decirse que en los ejemplos anteriores no nos estamos
"autorrealizando"? ¿No estamos desempeñando todas nuestras funciones
propias? ¿Acaso me atrevería a decir que esos "seres" han dejado de
ser personas? Pues sí, rotundamente lo afirmo.
Existen, además, una serie de personas, a las
cuales no soporto, que continuamente atacan y critican a las religiones. Ojo,
no estoy afirmando con ello que las apoye tenzamente, es mas, muchas de ellas
han cometido hechos detestables en contra de los otros, actos de dogmatismo
que, al igual que en política, llevan a afirmar que su creencia o ideología son
las mejores y, las demás, malas, perjudiciales, basura... Fuera de ésto,
considero que una religión, fuera de la fe (sentimiento que defiendo y creo que
sí existe, pero que hay que encontrarlo y descubrirlo), es una fuente de
valores morales y correctas enseñanzas que pueden enternecernos, agrandarnos y
hacernos humanos, muy humanos.
Sin duda me gustaría ver como gente atea y
anti-católica, que no hace más que atacar a la iglesia y sus supuestos casos de
"pedofilia", si se viesen sin trabajo, dinero y comida, acudirían a
Caritas, albergues y comedores cristianos que tienen como función ayudar a los
más desfavorecidos. Ellos no cierran las puertas a un "ateo". Un
"ateo" sí se las cierra a una religión.
Un acto de inhumanidad, ignorancia y, por qué no
decirlo, dogmatismo también, es el de rechazar a primeras cualquier cosa que no
se avenga a nuestros ideales. La riqueza de la humanidad es la variedad. El
hombre inteligente es el que se pone en todas las posibles situaciones y
considera las distintas opiniones.
Volviendo al hilo conductor y como decía
anteriormente, el valor de la humanidad ha de estar en el sentimiento y la
razón unidas. Es más, afirmar que el sentimiento prima sobre la razón tampoco
sería un error. La felicidad puede alcanzarse sin ejercer la razón, un
eremita viviendo en perfecta paz y armonía con la naturaleza, estoy seguro de
que experimentará un mayor sentimiendo de felicidad que un científico
consagrado a la observación de aminoácidos en su microscopio electrónico;
siempre y cuando haya adquirido una cierta experiencia vital que le permita ser
consciente de su situación para poder sentir.
Otro problema es el valor y sentido que se les da
a los sentimientos. ¿Cómo es posible que una persona pase de decir te amo de
una persona a otra en dos horas? ¿Su sentimiento es ilusorio? ¿Existe de
verdad? ¿Cree que lo que experimenta es amor, o es que nunca ha amado de
verdad? Quizá sea un niñato/a que lo único que quiere es tener una relación
para estirar el cuello... y de ahí volvemos a mi anterior artículo.
Lo que está claro es que una sociedad no puede
estar regida por autómatas insensibles, pues siempre habrá desfavorecidos a los
que habrá que ayudar y tener en cuenta. Seamos un poco utilitaristas. Pero
tampoco puede regirse por el extremo sentimentalismo. No podemos dar toda
nuestra fortuna al primer mendigo que veamos. Las cosas en su justa medida. El
equilibrio hace la riqueza. El equilibrio hace al hombre. ¿Por qué no decirlo?
Seamos humanos. Seamos mente y corazón.
uoo, chapó por la última frase =)
ResponderEliminar