jueves, 18 de junio de 2015

Intramuros

Hace aproximadamente cuatro meses que no tengo noticias tuyas. No te pregunto qué pasa porque sé lo que pasa. Y lo que no. Dicen que dentro de unos días, unas semanas o unos meses todo se regularizará. O no. Ojalá. No sabes lo importante que es ahora mismo una carta, un mensaje, unas palabras. Cuando hay recreo y salimos, cuando hay fiesta y no se trabaja, cuando no hay nada que hacer, es cuando se nota tu ausencia y se sabe quiénes recibieron noticias y quiénes no. Hay una extraña iluminación en los rostros de los primeros, aunque muchas veces traten de ocultar su alegría para no entristecer más a los que no tuvieron esa suerte. En estas últimas semanas, por razones obvias, ando con caras largas, y eso tampoco es bueno. De modo que no tengo respuesta a ninguna pregunta tuya, sencillamente porque carezco de tus preguntas. Pero yo sí tengo preguntas. No las que tú ya sabes sin necesidad de que te las haga, y que, dicho sea de paso, no me gustaría tentarte a que alguna vez (en serio, y ojalá sólo en broma) me digas: "Ya no". Simplemente quería preguntarte por todas aquellas cosas que quedaron pendientes. ¿Te das cuenta de que te extraño? Pese a mi capacidad de adaptación, que no es poca, ésta es una de las faltas a las que mi ánimo ni mi cuerpo se han acostumbrado. Al menos, hasta hoy. ¿Llegaré a habituarme algún día? No lo creo. ¿Tú te habituaste? El cuerpo es más adaptable que el ánimo. Cuando lo has tenido todo es difícil quedar a la altura, tan si quiera acercarse. 

Cada noche puedo cerrar los ojos pero no para mis corrientes pesadillas sino para tocar el fondo de las cosas. Allí están las imágenes, las elocuentes, las sólo para mí. Cada una de ellas como la revelación a la que no atendí y que ni si quiera entendí en su momento. Y no se puede volver atrás. Se puede recoger lo aprendido pero de poco sirve si no tienes a lo que aplicarlo. Tan sólo cerrar los ojos y ver mis miedos. Abrirlos y verla a ella.